Sirvan nuestras primeras palabras para hacer un llamamiento por y para la tierra, bajo cuyo manto nacen crecen y se reproducen innúmeras formas de vidas; obteniendo de ésta, todo cuanto necesita la vida para la vida.
El hombre, situado en al cúspide de todas las formas vivientes y principal usufructuario de las bondades que brinda una naturaleza perfecta, está llamado a ser por antonomasia, el primero de los guardianes que garantice la evolución metabólica de la tierra por sus propias leyes y fuerzas.
Pero lejos de la gratitud del hombre para con la tierra, a diario lanza un grito de guerra sin sentido, abriendo una herida tras otra a la madre de todas las madres, A LA MADRE TIERRA.
Herimos la tierra cuando talamos sus arboles
Herimos la tierra cuando secamos sus ríos y humedales
También la herimos cuando miles de hectáreas fértiles son convertidas en desiertos, como consecuencia de nuestro insaciables deseos de poder y glorias. La hieren nuestros desechos tóxicos en su superficie y en sus aguas, la hieren nuestras ideas de confort, la hieren el intento de controlar sus fuerzas naturales.
Pero la peor de las heridas que podemos propinar a la tierra es aquellas que causamos por el simple hecho de herirla.
Si te sientes parte de los que hieren a la tierra, hoy es un buen día para una tregua. Te invitamos a levantar la bandera blanca de la paz y empieza por cubrir de verde la esperanza de la tierra, pues aunque te resulte difícil creerlo, es tu propia esperanza y la esperanza de tus descendientes.
El hombre, situado en al cúspide de todas las formas vivientes y principal usufructuario de las bondades que brinda una naturaleza perfecta, está llamado a ser por antonomasia, el primero de los guardianes que garantice la evolución metabólica de la tierra por sus propias leyes y fuerzas.
Pero lejos de la gratitud del hombre para con la tierra, a diario lanza un grito de guerra sin sentido, abriendo una herida tras otra a la madre de todas las madres, A LA MADRE TIERRA.
Herimos la tierra cuando talamos sus arboles
Herimos la tierra cuando secamos sus ríos y humedales
También la herimos cuando miles de hectáreas fértiles son convertidas en desiertos, como consecuencia de nuestro insaciables deseos de poder y glorias. La hieren nuestros desechos tóxicos en su superficie y en sus aguas, la hieren nuestras ideas de confort, la hieren el intento de controlar sus fuerzas naturales.
Pero la peor de las heridas que podemos propinar a la tierra es aquellas que causamos por el simple hecho de herirla.
Si te sientes parte de los que hieren a la tierra, hoy es un buen día para una tregua. Te invitamos a levantar la bandera blanca de la paz y empieza por cubrir de verde la esperanza de la tierra, pues aunque te resulte difícil creerlo, es tu propia esperanza y la esperanza de tus descendientes.
Héctor Aquino
1 comment:
Felicitaciones a al proyecto COPADOM, porque constituye una propuesta de vida y esperanza a las futuras generaciones.
Yo digo no terminemos el mundo hoy, pues nuestros hijos necesitaran de el mañana.
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